PARA CONOCER….. EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA «DEI VERBUM»

Por Ma. del Socorro Pérez Pérez, fsp

 Constitución Dogmática:

DEI VERBUM
SOBRE LA DIVINA REVELACIÓN

El número 1 es la introducción al documento y hace referencia a las enseñanzas del evangelista san Juan referente a la vida eterna, de la cual él es testigo ocular y audible de Jesucristo y de su doctrina, la cual es una auténtica de la revelación a fin de que todo el mundo crea en la salvación.

Capítulo I.    NATURALEZA DE LA REVELACIÓN

Consta de cinco números (2-6) en los que presenta el objeto y naturaleza de la revelación. El objeto de la revelación en Sí mismo y el misterio de su voluntad no es otro que el de hacerse hablarle a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía. Es así que el Dios invisible se hace visible para comunicar a los hombres su amor y la abundancia de su gracia. Dios da a los hombres testimonio perenne de sí en las cosas creadas y por ellos se manifestó personalmente desde el principio de la humanidad a nuestros primeros padres mediante palabras y obras, señales y milagros a través de los patriarcas y profetas, llegando a su culminación en Jesucristo, sobre todo, con su muerte y resurrección gloriosa de entre los muertos. Esta revelación requiere de la fe del creyente a fin de recibir las verdades reveladas en la persona del Hijo de Dios.

Capítulo II.    TRANSMISIÓN DE LA REVELACIÓN DIVINA

En los números 7 al 10 los Padres sinodales hablan de la trasmisión de la revelación que Jesucristo completó y eligió a sus apóstoles y discípulos para que ellos promulgaran, con su propia boca y su testimonio de vida el Evangelio recibido, y  bajo la inspiración del mismo Espíritu, ellos mismos fueron escribiendo el mensaje de la salvación.

Posteriormente ellos dejaron el encargo a los obispos, sucesores de los Apóstoles, la tarea de continuar trasmitiendo el mensaje de salvación. De entre ellos surgieron los Padres de la Iglesia que continuando fieles a la tradición de los apóstoles, enseñaron con su palabra escrita y hablada el mensaje de Jesucristo.

 Así se va dando una mutua relación entre la Sagrada Escritura y la Sagrada Tradición, y ambas constituyen un solo depósito sagrado de la Palabra de Dios. “Pero el oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios escrita o transmitida, ha sido confiado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en el nombre de Jesucristo”.

Capítulo III.    INSPIRACIÓN DIVINA DE LA SAGRADA ESCRITURA
Y SU INTERPRETACIÓN

Los números 11 al 13 tratan sobre las verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan en la Sagrada Escritura, han sido por inspiración del Espíritu Santo, por lo que la Iglesia los tiene por santos y canónicos cada uno de los libros del Antiguo y Nuevo Testamento.

Especifica que la Escritura ha sido divinamente inspirada y útil para enseñar, deliberar, corregir y educar en la verdad y la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y equipado para toda obra buena.

Conviene, además, que el intérprete investigue el sentido que intentó expresar y expresó el hagiógrafo en cada circunstancia según la condición de su tiempo y de su cultura, según los géneros literarios usados en su época.

Es por ello que a la sagradas Escrituras hay que leerlas e interpretarlas con el mismo Espíritu con que se escribieron para sacar el sentido exacto de los textos sagrados. Las palabras de Dios, expresadas con lenguas humanas, se han hecho semejantes al habla humana a fin de ser entendidas por el ser humano.

Capítulo IV.    EL ANTIGUO TESTAMENTO

En los números 14 al 16 nos dice que el Antiguo Testamento tiene importancia fundamental para los cristianos porque narra una de las etapas de la historia de la salvación que sirvió para preparar, anunciar proféticamente y significar con diversas figuras la venida de Cristo redentor universal y la del Reino Mesiánico. Por esta razón, los cristianos han de recibir devotamente estos libros, que expresan el sentimiento vivo de Dios, y en los que se encierran sublimes doctrinas acerca de Dios y tesoros admirables de oración, y en los que, por fin, está latente el misterio de nuestra salvación. Porque, aunque Cristo fundó el Nuevo Testamento en su sangre, no obstante los libros del Antiguo Testamento recibidos íntegramente en la proclamación evangélica, adquieren y manifiestan su plena significación en el Nuevo Testamento, ilustrándolo y explicándolo al mismo tiempo. Además, Dios, como inspirador y autor de ambos Testamentos, dispuso las cosas sabiamente de manera que el Nuevo Testamento está latente en el Antiguo y el Antiguo está patente en el Nuevo.

Capítulo V.    EL NUEVO TESTAMENTO

Los números 17 al 20 nos dicen que, la Palabra divina nos presenta y manifiesta su vigor de manera especial en los escritos del Nuevo Testamento. “Pues al llegar la plenitud de los tiempos el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” lleno de gracia y de verdad, pues Cristo instauró el Reino de Dios entre la humanidad.

Entre los escritos del Nuevo testamento, la Iglesia siempre ha defendido y defiende que los cuatro Evangelios tienen un lugar relevante no sólo porque ellos son el testimonio principal de la vida y doctrina del Verbo Encarnado, nuestro Salvador, sino también porque son de origen apostólico, ya que los Apóstoles lo predicaron y transmitieron por escrito, fundamentando la fe, en cuatro redacciones, según Mateo, Marcos, Lucas y Juan.

La Iglesia siempre ha creído en la veracidad de los Cuatro Evangelios, cuya historicidad afirma sin vacilar, porque cada uno de ellos comunican fielmente lo que Jesús Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la salvación de ellos, hasta el día que fue levantado al cielo. Así también, las cartas de San Pablo y los demás libros del Nuevo Testamento, fueron escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, con los cuales, según la sabia disposición de Dios, se confirma todo lo que se refiere a Cristo Señor, se declara más y más su genuina doctrina.

Capítulo VI.    LA SAGRADA ESCRITURA EN LA VIDA DE LA IGLESIA

Los números 21 al 25 nos describen cómo la vida de la Iglesia siempre ha sido iluminada, guiada por las Sagradas Escrituras, de forma particular y especial en la Sagrada Liturgia, no deja nunca de tomar del altar y distribuir a los fieles el pan de la vida.

Es de vital importancia que los cristianos tengan amplio acceso a la Sagrada Escritura. Por ello, la Iglesia  desde sus principios, tomó la antiquísima versión griega del Antiguo Testamento, llamada de los Setenta, y conserva siempre con honor otras traducciones orientales y latinas, sobre todo la que llaman Vulgata.

Los exegetas católicos, y demás teólogos deben trabajar, aunando diligentemente sus fuerzas, para investigar y proponer las Letras divinas, bajo la vigilancia del Sagrado Magisterio, con los instrumentos oportunos.

Se recomienda la lectura y el estudio diligente de los Libros Sagrados a todos los bautizados, de manera especial a los clérigos, diáconos, sacerdotes y catequistas que se dedican legítimamente al ministerio de la palabra, a fin de que «la Palabra de Dios se difunda y resplandezca» y el tesoro de la revelación, confiado a la Iglesia, llene más y más los corazones de los hombres.

EPÍLOGO

EL número 26 es el epílogo del documento, los Padres sinodales exhortan a todos los fieles a dar un impulso a su vida espiritual a través de la lectura y estudio de la Sagrada Escritura que es la Palabra de Dios a través de la cual permanece presente para siempre entre nosotros.

 

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