Sonreír y ser feliz

Motivos para… sonreír y ser feliz

Por María Belén Sánchez, fsp

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 Estimados lectores. Continuamos con el tema sobre la sonrisa que nos lleva a la felicidad, y no sólo a la nuestra, sino también de las personas con las que entramos en contacto. Podemos sonreír por muchos motivos, pero siempre será una expresión de algo que nos provoca alegría y felicidad interior. Sin embargo, cuando concedemos una sonrisa a alguien es mejor hacerlo por motivos de bondad y sentimientos positivos hacia la persona.

POR CARIDAD

La caridad es entendida como la manifestación genuina del amor más cristiano. Amor incondicional, limpio, desinteresado: como el de Dios.

Por eso cuando nosotros queremos dar a nuestro amor humano estas dimensiones, encontramos que sólo por Dios o en nombre de Dios se puede amar así.

Nada hay pues de extraño que al expresar la caridad en su más radiante claridad, se presenta envuelta en la luminosidad de una sonrisa. La sonrisa por caridad expresa el deseo concreto de «ser como el Padre que está en los cielos´´ (Mt 5,48).

POR AMOR

sonrisasSonreír es una forma bonita, delicada y muy tierna de amor.  Y son tantas y tantas las personas que merecen y esperan de nosotros un auténtico amor. En casa y en el trabajo; en la reunión y en el grupo; en cualquier lugar y momento, siempre es oportuno tener una sonrisa como obsequio sencillo y expresión de amor.

Es muy hermoso también ofrecer el amor en nombre de Jesucristo a las personas que sufren de soledad, olvido, abandono y carencia de amor.

Cuando hay amor en el corazón, la sonrisa brota espontánea y dulce “porque todo árbol bueno produce frutos buenos” (Mt 7,17).

Si sembramos sonrisas, a nuestro paso todos los caminos estarán llenos de alegría.

NUESTRO MUNDO

Nuestro mundo está enfermo de hastío y de duda, de incertidumbre y de falta de amor. Nuestro mundo está enfermo: le hacen falta sonrisas para curar su mal. Sonrisas delicadas, sonrisas bondadosas,  sonrisas de ternura que devuelvan la felicidad y el sentido profundo del amor y del bien. Le hacen falta sonrisas que digan con certeza que existe una esperanza y que toda vía es posible encontrar los caminos que lleven a los hombres a encontrar el sentido de la felicidad.

POR VANIDAD

No lo neguemos, muchas cositas hacemos por vanidad: el vestido que combina, el peinado que favorece, el toquecito que acentúa la personalidad, la joya y el perfume y tantas otras cosas más.

¿Por qué no integrar al atavío personal la sonrisa que presta tanta belleza y tanta luminosidad al rostro?

Ojalá que cuando olvidemos sonreír por virtud, nos acordemos al menos de hacerlo por vanidad, porque una cara larga no favorece a nadie.

O que si empezamos a sonreír por vanidad, acabemos sonriendo por virtud que es la sonrisa más auténtica.

Hasta el Señor recomienda “perfumarse la cabeza y lavarse la cara para tener buen aspecto el día de ayuno…” (Cfr. Mt 6.17).

POR COMPLACENCIA

Puede tener un tinte egoísta, ciertamente; pero bastará cuidar que no sea excesivo.

Sonreír sinceramente complace hasta el propio corazón. Es la remuneración que se recibe a lo que gratuitamente se da.

Si la complacencia es legítima y no alienante, servirá para levantar el ánimo y para despertar el entusiasmo en esos momentos en que hay que dar sin recibir y sin esperar nada a cambio.

Así, de esa forma lo enseñó Cristo Jesús a sus discípulos: “Den gratuitamente aquello que han recibido gratis” (Mt 10,9).

PORQUE ME GUSTA

Toda persona que diga que le gusta sonreír, también podrá decirnos que la sonrisa cuesta y a veces mucho.

Hay momentos en que el corazón estrujado no permite sonreír. Pero de un desgarrón muy hondo es desde donde brotan las sonrisas más delicadas.

Sólo después, cuando lo más amargo ha pasado, se puede llegar a afirmar que aquella sonrisa dejó en el propio ser una dulzura infinita.

También los discípulos del Señor dijeron tardíamente: “¿No es verdad que sentíamos arder nuestro corazón cuando Él nos hablaba por el camino?” (Lc 24,32).

PORQUE ES MI DEBER

Por encima de lo “que me gusta” y “no me gusta” surge el extraño concepto del deber.

Hay muchas cosas que debo hacer… Entre lo más elemental podemos anotar el deber de sonreír; no porque me guste o me agrade, sino porque es un deber personal, comunitario y social.

Así, en los momentos en que el pesimismo intenta arrastrarnos o cuando se alza el fantasma del sin sentido de la vida, el recuerdo del deber de sonreír es la brisa que impulsa las velas, alejándolas del peligro del naufragio.

Con una sonrisa seremos como Jesús a quien “hasta el viento y el mar obedecían” (Mt 8,27).

RISAS Y SONRISAS

salvadorLa risa trae implícita una visión positiva de la vida.

En la actualidad se cuestiona mucho la calidad de vida del ser humano como individuo y como parte de una sociedad que se mueve aceleradamente en busca de objetivos inmediatos.

Por eso, ahora más que nunca se ve necesario despertar nuestra capacidad para reírnos.

El mundo necesita cada vez más personas sonrientes que lleguen incluso a reírse ante los problemas y mantengan un estado mental positivo y de apertura que se vea reflejado en sus diversas actividades diarias, personales, familiares y laborales.

Pero no hay que ver la risa como un optimismo ramplón. Reírse, no es precisamente tomar la vida a la ligera con una actitud carente de formalidad, es más bien la puerta que abre el camino a una vida sana, dejando a un lado prejuicios y barreras que vuelven a la persona agria, hosca y acartonada.

Vale la pena rescatar el valor positivo de la sonrisa y de la risa para que los problemas tomen su verdadera dimensión y podamos encontrarles solución de una manera innovadora.

Por la risa la persona vuelve a su condición primigenia de inocencia y sencillez; vuelve a ver el mundo como un lugar de juego, una evocación del Paraíso terrenal en donde se vivía la genuina felicidad sin complicaciones.

Expresiones como contagiarse de risa, llorar o morirse de risa se utilizan en la vida diaria sólo en sentido figurado. Muy pocas veces nos reímos de verdad, tal vez por el temor de parecer infantiles o de ser mirados como locos, o a la mejor de perder el lugar en el cual nos hemos situado en nuestro ambiente.

PARA ALEGRAR

Los payasos se dedican, por oficio, a tratar de alegrar a los demás. ¿Nunca se nos ha ocurrido preguntarnos por qué tienen tanto éxito? Tal vez porque todos sentimos íntimamente arraigada la necesidad de estar alegres, de ser felices.

Los payasos no siempre logran su intento. A veces lo más que logran es despertar una carcajada ruidosa que se apaga enseguida.

Pero la sonrisa que surge de una alegría serena, esa sí tiene en sí misma la garantía de ser verdaderamente portadora de alegría.

Yo creo que Jesús sonreía cuando dijo: “Les digo esto para que tengan ustedes la plenitud de mi alegría” (Jn 17,13).

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