Motivos para… sonreír y ser feliz

Por María Belén Sánchez, fsp

 POR LO QUE SOY

FelicidadAl percibirme a mí mismo, criatura de Dios, hecho a su imagen y semejanza, el primer sentimiento que aflora en mí ser es el agradecimiento.

Este agradecimiento poco a poco se vuelve amor al mundo, a la vida y a todos los que compartimos el mismo gozo de ser.

De este sentir, la sonrisa surge espontánea.

Sonrío porque soy persona, porque en lo humano tengo la aspiración a lo divino; porque soy a la vez el reflejo y espejo de Dios.

Por todo esto y por mucho más, me veo impulsado a sonreír.

“Alégrense porque sus nombres están escritos en el cielo”, dice el Señor (Lc 10,20).

   POR LO QUE QUIERO SER

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La sonrisa da brillo al ideal que se cultiva amorosamente día con día a lo largo del sueño y en el sueño.

Mi ideal es lo que yo anhelo, lo que yo quiero intensamente y con amor; no lo que hago con cara agria ni a la fuerza; si no con entusiasmo en el corazón y la sonrisa en el rostro.

Y si mi ideal se presenta fatigoso, arduo o empeñativo, con mayor razón le añado la sonrisa para iluminar con ella mi senda.

Esa misma claridad será la fuerza que me impulse a ir siempre más lejos y más alto; porque mi ideal es como el tesoro escondido por el cual “vale la pena venderlo todo” (Mt 13,44).

 PORQUE TENGO VIDA

Sonreír a la vida es la muestra más clara de agradecimiento y amor por la vida misma.

Cuando la sonrisa brota de una auténtica alegría de vivir, es también vivificante y propagadora de esa vida que, saboreada en toda su plenitud, hace florecer más abundantes ramos a su paso.

La sonrisa es la expresión sencilla de aquella palabra que canta continuamente al corazón: ¡Gracias Señor, porque me diste vida!

Escuchamos a Jesús que nos dice: “Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia” (Jn 10,10).

 sonreirPORQUE SOY ALGO MÁS

Sonrío al mundo y a la vida porque mi ser no tiene límites que lo encasillan a un destino fatalista.

En mi ser anida un sentimiento de futuro y eternidad desconocido, que se hace presente a mi conciencia como la certeza de la esperanza.

Por eso una sonrisa es capaz de abrir esa ventana donde todos los anhelos son posibles y donde mis límites humanos se integran a un ilimitado anhelo concreto que se me da como promesa que puedo ir realizando poco a poco, día a día al recordar la palabra de Jesús: “¿No valen ustedes más que las aves del cielo?” (Mt 6,26).

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