Motivos para… sonreír

Motivos para… sonreír y ser feliz

Por María Belén Sánchez, fsp

Estimados amigos lectores.

JrEstamos en un tiempo en el que tenemos un motivo grande y duradero para sonreír y ser felices: ¡es Pascua de Resurrección! ¡Jesucristo ha vencido a la muerte y al pecado¡

¿Acaso no es esto suficiente motivo para alegrarnos profundamente y para que nuestro gozo perdure a pesar de las dificultades y contratiempos que vengan? Yo creo que sí.

No obstante, deseo seguir compartiendo algunas motivaciones que nos llevan a sonreír en la vida cotidiana.

POR CONVENIENCIA

¿Sonreír por conveniencia? Es un hecho, que aun lo que damos más desinteresadamente nos es retribuido con creces. Y cuando damos la flor delicada de la sonrisa siempre recibimos abundantes beneficios a cambio.

Es evidente, desde luego, que no se trata de ofrecer sonrisas sólo por conveniencia. Aunque sí es bueno, muy bueno recordar en los momentos que nos vemos tentados a cerrar las puertas del corazón, que es mejor abrir los labios y el alma a la sonrisa, ya que los primeros beneficiados seremos nosotros mismos.

También el Señor Jesús recomendó a sus discípulos que aprovecharan lo material para ganar lo eterno (Cfr Lc 16,9).

 PARA APORTAR

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Mi parte en la construcción de un mundo en el que todos vivimos y del cual todos participamos, no puedo evadirla. Cada uno tiene que aportar su “granito de arena”.

¿Habrá una forma más bella que la de contribuir al que hacer que nos toca, gustosamente y con una sonrisa a flor de labios?

Si todos y cada uno supiéramos aportar nuestra parte con alegría, con entusiasmo y además con una sonrisa, ¿no es cierto que bien pronto construiríamos el mundo nuevo que Cristo quiere cundo nos invita: “La mies es mucha y los obreros pocos: díganle al dueño de la mies que envíe obreros a trabajar?” (Lc 10,2).

PARA CONSOLAR

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Consolar a quien está triste es una de las más elementales obras de misericordia. Ante ciertos dolores no hay palabras suficientes, o a menudo las palabras mismas son inexpresivas, poco exactas.

Hay veces que lo único que puede hacerse es sentarse a llorar en compañía del que sufre y decirle: “estoy contigo”. Pero también hay momentos en que la sonrisa tiene en sí misma la suavidad consoladora que tuvo la presencia de Cristo cuando “se compadecía de las multitudes porque eran como ovejas sin pastor” (Mc 6,34).

 

LA SONRISA Y LA COMUNICACIÓN NO VERBAL

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La palabra es el medio por excelencia para la comunicación, aunque no es el único…desde las distintas formas primitivas que los seres humanos usaron para entenderse y para trasmitirse mensajes, como fueron en un tiempo las señales de humo y en la actualidad las más sofisticadas formas de cibernética y los modernos adelantos tecnológicos, la comunicación no verbal avanza y se desarrolla al ritmo de los tiempos.

La comunicación no verbal es extraordinariamente elocuente y efectiva, pero, ¡cuidado!, que es un arma de dos filos, ya que de la misma forma que nos ayuda a decir lo que las palabras no alcanzan a expresar, también nuestras actitudes y gestos silenciosos dicen a gritos aquello que quisiéramos callar.

La sonrisa es una de las formas más privilegiadas de esta comunicación sin palabras. Del corazón de la persona surge lo que se ha ido poco a poco incubando en lo más íntimo de su ser, pero repito hay que ser cauteloso porque lo bueno y lo malo afloran hasta sin pensarlo.

En momentos supremos cuando una persona sufre, cuando las palabras no son suficientes para darle un consuelo, una sonrisa es muy efectiva y puede llevar al mismo don de una caricia. Ciertamente es bueno cultivar la comunicación no verbal desde los aspectos más positivos del ser, y dar en sonrisas lo mejor de nosotros mismos aún cuando no sea posible expresarlo en palabras.

PARA COMPARTIR

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Todo, absolutamente todo lo que poseemos, lo hemos recibido de la mano bondadosa del Señor; tanto los bienes externos como los dones personales y hasta los más elevados ideales espirituales.

Pero todo lo que recibimos no se nos ha dado exclusivamente para provecho personal o para guardarlo, sino para que tengamos algo a la mano a la hora de compartir con los demás.

En los niveles más elementales de esta participación podemos considerar que es la sonrisa el primer “talento de oro que el Señor nos ha dado para que lo hagamos rendir y fructificar” (Cfr Mt 25,15).

 

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